AMAR AL PRÓJIMO (miércoles 28 de marzo de 2012)

“El que afirma que está en la luz, pero odia a su hermano, todavía está en la oscuridad. El que ama a su hermano permanece en la luz, y no hay nada en su vida que lo haga tropezar. Pero el que odia a su hermano está en la oscuridad y en ella vive, y no sabe a dónde va porque la oscuridad no lo deja ver” (1Juan 2:9-11 NVI)

Es muy agradable que nos digan: “todo lo que necesitas saber y aceptar es que eres salvo”, pero la idea no está completa. El primer libro de Juan, específicamente el último capítulo que ayer dimos un vistazo, afirma que podemos determinar si hemos sido salvados, aunque no menciona cómo, porque Juan asume que ya leímos los capítulos que anteceden y nos hemos dado cuenta de la tesis que formula en varias pasajes.

Por eso, dijimos ayer,  queda un punto al aire que no debemos pasar por alto: “No podemos tener la vida eterna, a menos que sepamos cómo tenerlo…” La última parte de 1 Juan (capítulo 5), no tiene ningún texto claro que nos diga si podemos ser salvos, a menos que entendamos cómo podemos saberlo, y éste “cómo” está en los pasajes anteriores. Es como decirle a tu hijo que puede ir al parque de juegos y no explicarle cómo llegar, ¡en ese contexto todo se vuelve complicado!

El “cómo”, te lleva a pensar en comportamientos, y a lo largo de su  libro, Juan resalta un comportamiento por lo menos media docena de veces, observa algunos:

“El que afirma que está en la luz, pero odia a su hermano, todavía está en la oscuridad. El que ama a su hermano permanece en la luz, y no hay nada en su vida que lo haga tropezar. Pero el que odia a su hermano está en la oscuridad y en ella vive, y no sabe a dónde va porque la oscuridad no lo deja ver”

“Así distinguimos entre los hijos de Dios y los hijos del diablo: el que no practica la justicia no es hijo de Dios; ni tampoco lo es el que no ama a su hermano”.[1]

Y este pasaje va al punto en cuestión, apertura la comprensión del comportamiento que debemos manifestar para tener la seguridad de vida eterna:

“Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte. Todo el que odia a su hermano es un asesino, y ustedes saben que en ningún asesino permanece la vida eterna”.[2]

Entonces, en amar al prójimo, a los seres que nos rodean radica, es la prueba de andar en dirección a la vida eterna. Dios no cumplirá su promesa de vida eterna a aquel que vive en odio y resentimiento por una persona cercana, puede ser un familiar, amigo o hermano de iglesia. La Biblia llama “asesino” a aquel que  odia a su hermano, y advierte que en ninguno de ellos permanece la vida eterna. El amor es un punto central en el libro en el primer libro de Juan, inclusive podríamos catalogar a 1 Juan 4 cómo el verdadero capítulo del amor, por encima de 1 de Corintios 13, porque Juan menciona 21 veces la palabra amor en el capítulo 4 y Pablo solamente 3 veces.

Cómo escribía Tim Crosby: “El amor es un requisito para entrar al cielo. El cielo no sería cielo si en ese lugar la gente no se amara. Por lo tanto, Dios nos ha concedido un período de aprendizaje aquí en la tierra, una especie de entrenamiento a fin de que podamos acceder al cielo”.

Mi amigo (a), ¿nos encontraremos listos para llegar al cielo?, ¿amamos de verdad, tratamos con amor y perdonamos genuinamente?, ¿tenemos asegurada la vida eterna?… Hoy revisaré mis relaciones de amor, con mi familia, con mis amigos y mis hermanos de iglesia… ¡Deseo llegar al cielo!… ¿y tú?

Pr. Joe Saavedra

Desde la línea de batalla  y un poquito antes del retorno de Cristo…

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[1] 1 Juan 3:10 NVI

[2] 1 Juan 3:14,15 NVI

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