ALÍSTATE, NO LLEGUES TARDE

“Después llegaron también las otras. “¡Señor! ¡Señor! —suplicaban—. ¡Ábrenos la puerta!” “¡No, no las conozco!”, respondió él” (Mateo 25:11-12 NVI)

Estoy sentado en una sala de espera en el aeropuerto Benito Juarez de la Ciudad de México, esperando que pase la noche y las horas largas de la mañana para poder tomar un vuelo, que me lleve a mi destino. Esto sería tan normal, en mis experiencias viajeras, pero no lo es: perdí mi vuelo original por llegar tarde.

Seguro, alguno de ustedes que lee esto, estará moviendo la cabeza y pensando: “eso le pasa por ‘tardón’,[1] ¿acaso no sabe que para un vuelo internacional hay que estar unas tres horas antes?”. Y eso es la verdad, pero no llegué tarde por irresponsable (porque estuve 6 horas antes, puesto que solo hacía escala), sino quizá por distraído, confiado o por alguna situación que ahora no lo comprendo. No es la primera vez que tomo un vuelo con enlaces, aunque si es la primera, que con demasiada anticipación pierdo un vuelo.

En resumidas cuentas, muy aparte de encontrar la causa, explicación o justificación a mi tardanza, perdí mi vuelo, esa es una realidad irreversible. Lo impactante es, que cuando llegué al “counter” a preguntar las razones por la demora en el embarque, la respuesta fue: “ese vuelo ya partió, el avión está en el aire… Ud. lo ha perdido”. Esa frase sí que remueva la entrañas, te deja mudo unos instantes, sin reacción.

Me imagino a las 5 vírgenes buscando apresuradas el combustible para que sus lámparas provean de luz, mirando el reloj que les decía que el tiempo se agotaba, pero como andaban ocupadas y distraídas en otro asunto (el aceite), por más que corrieron para llegar a la fiesta, la puerta se cerró, y recibieron la respuesta: “ese vuelo ya partió, el avión está en el aire… ustedes han perdido el vuelo… ya no están en la lista, no las conozco”. Allí están las vírgenes con el estómago en la boca, mudas, paralizadas.

Esas vírgenes no llegaron tarde por irresponsables, porque estuvieron a la misma hora que las otras cinco vírgenes que si habían hecho provisión de aceite. Fueron puntuales, estaban esperando y hasta tenían las mismas inclinaciones y defectos de las cinco llamadas prudentes, porque, ellas solas no se quedaron dormidas por la espera, el sueño tomó cuenta de las diez muchachas.

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Entonces, ¿dónde estuvo el problema?, ¿porqué tuvieron que pasar por la experiencia amarga del dolor en las entrañas y la pérdida “de su vuelo”? La explicación la extraemos de la respuesta que le dio uno de los ancianos a Juan, sobre las personas que estaban vestidos de blanco, que habían soportado las pruebas extremas al final de los tiempos, que no perdieron “el vuelo” y estaban de pie delante de Jesús, listos para recibir su recompensa: “Él me dijo: —Aquellos son los que están saliendo de la gran tribulación; han lavado y blanqueado sus túnicas en la sangre del Cordero”.[2]

Mientras se acercan los eventos cruciales y finales, y la puerta de embarque al “vuelo de la salvación” se va abriendo, los seguidores de Jesús, representados en las 10 vírgenes, están en el mismo lugar, haciendo las mismas cosas, con las mismas oportunidades, y con el mismo tiempo, con la diferencia que: algunos van arreglando su vida cada día, valorando mañana y tarde su forma de vivir, evaluando sus acciones, alimentándose con la Palabra de Dios y tomando en serio los acontecimientos que con más descaro nos muestran que Cristo viene pronto, que el “vuelo está por partir”.

He experimentado la sensación de las 5 vírgenes, impotencia, miedo, coraje y pena. Escuché sin misericordia: “tu vuelo se ha ido… no te conozco”. Pero saben ¿cuál es la diferencia entre la experiencia de esas muchachas, que son una representación de la pérdida del “vuelo de la salvación” y mi vuelo?, es que lo perdí, pero muy a pesar de que este ha sido el viaje más caro que hice en mi vida, estoy esperando un nuevo vuelo, tengo una segunda oportunidad de aprender de mis errores y llegar a mi destino. Pero las 5 muchachas a las que le cerraron la puerta en la cara, y tuvieron que ver resignadas como el avión se iba sin ellas, no tuvieron una oportunidad más, no pudieron aprender de sus errores.

Mi apreciado(a) compañero(a), la puerta cósmica que da inicio al embarque para nuestro vuelo final se está abriendo, los acontecimientos que nos rodean lo anuncian y confirman. Es momento de arreglar nuestra vida cada día, valorar mañana y tarde nuestra forma de vivir, evaluando nuestras acciones, alimentarnos con la Palabra de Dios y tomar en serio los eventos mundiales de los cuales somos testigos. No perdamos ese vuelo, solo tenemos una oportunidad.

Podría seguir escribiendo y comentado más sobre el vuelo perdido de las 5 muchachas de la parábola de Mateo 25, pero me tengo que ir, he aprendido la lección, estoy muy atento porque no quiero perder otro vuelo más. Y me siento afortunado de tener una segunda oportunidad, que no debo ni puedo desaprovechar. ¿Qué hay de ti? ¿caminas hacia la puerta de embarque del “vuelo celestial”?, ¿estás mirando el reloj de los acontecimientos finales y estás preparando tu vida? ó ¿simplemente estas en otras cosas, ocupado(a) en situaciones que consideras de más valor? ¿piensas que tienes mucho más tiempo adelante para ocuparte de tu salvación y la forma en que vives? No hay una segunda oportunidad, o eres parte del vuelo de Jesús o escuchas: “El avión está en el aire… haz perdido tu vuelo… no te conozco”. ¿Qué piensas?, ¿Qué decides?./////////.

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[1]Término que utilizan en mi país para referirse a alguien que acostumbra a llegar tarde.

[2]Apocalipsis 7:14 NVI

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