ACUÉSTATE Y DESCANSA

“Dejen en las manos de Dios todas sus preocupaciones, porque él cuida de ustedes” (1 Pedro 5:7 NBV)

Es natural que tan pronto como nuestro cuerpo toque el confortable colchón y apaguemos la luz de la lámpara de noche, un escuadrón de pensamientos intrusos, de preocupaciones e imágenes incómodas recorren con estrépito cada rincón de nuestra mente.

Para la mayoría, irse a la cama para dormir, significa escapar por un momento de las agitadas aguas de la cotidianidad y flotar en otras tranquilas de reflexión. En un mundo tan trepidante como el que habitamos, el silencio del dormitorio nos brinda la ocasión de reflexionar sobre nuestras vidas o sobre aquellos problemas importantes que tarde o temprano habremos de resolver. Al menos hasta que el sueño, irremediablemente, nos acaba venciendo.

No obstante, para algunas personas, irse a la cama a dormir puede ser un momento turbulento y muy difícil. Prefieren el revuelto de sonidos y voces de la calle que los mantenga absortos y distraídos, que el silencio abrumador de la habitación que les recordará las batallas que tienen que enfrentar.

Lo cierto es que esa avalancha de pensamientos e imágenes a veces permanecen hasta bien entrada la noche sin dejarnos dormir o, incluso, siguen vibrando al amanecer. La pregunta es, ¿por qué sucede eso y que podemos hacer para que no perturbe nuestro descanso? La respuesta empieza por definir este término: Rumiación.

Rumiación, describe una sucesión de pensamientos invasivos y perseverantes que versan sobre sucesos negativos del pasado o de un eventual futuro. Estos acaban precipitando una intensa activación (fisiológica y cognitiva). La activación, en las últimas horas del día, obstaculiza el delicado proceso que conduce al sueño.

Algunos investigadores consideran que la rumiación es un mecanismo dirigido a facilitar la resolución de problemas. Aunque su naturaleza inflexible no suele producir alternativas rápidas, eficaces ni eficientes, menos cuando estamos tratando de descansar porque al otro día nos espera una intensa jornada.

De hecho, la rumiación aun siendo natural, sino es controlada adecuadamente, puede llegar a trazar un ciclo recursivo de dudas que crecen exponencialmente, lo que paradójicamente empeora todavía más las preocupaciones, llevando al insomnio y a estropear la calidad del sueño. Las personas con propensión a la ansiedad la identifican como una causa que la agrava.

Las causas de la rumiación son variables de persona a persona, por sus circunstancias y estilos de vida, pero normalmente es agresiva en aquellas que tienen trastornos de ansiedad y en las que ostentan una actitud extremadamente perfeccionista.

Asimismo, la rumiación perturbará el descanso de la noche aumentando la probabilidad de que acabemos «dando vueltas» en la cama, pues disparará los niveles de activación incompatibles con la fisiología del sueño, cuando: haya estimulación física o mental en las horas previas a acostarse (visualización de una película excitante, exposición a la luz de las pantallas de los aparatos electrónicos, lectura de una obra intelectualmente compleja, trabajo en una tarea extenuante, ejercicio agotador, etc.) y estrés negativo.   

La pregunta que cae de madura es: ¿qué debo hacer para que la rumiación no me avasalle, perturbe mi descanso nocturno y enferme mi salud mental?

Como estudioso de la mente te voy a dar tres consejos básicos para que puedas tener un sueño reparador y bendecido: (1) Ten una adecuada higiene mental. Esto se logra evaluando y cuidando los mensajes e imágenes que entran a la mente a través de los sentidos, especialmente por las noches un par de horas antes de acostarse.

(2) Preparación corporal: Los hábitos tales como ducharse con agua templada antes de dormir, evitar el ejercicio o las comidas copiosas y grasosas a horas intempestivas, programar actividades relajantes al llegar la noche o aprender estrategias de relajación, condicionan el cuerpo para un sueño de calidad.

Y (3) conexión espiritual: los cristianos tienen una medicina preventiva y curativa para la rumiación negativa, conectarse con Dios. Esta práctica debe ser la primera y última de cada día. La oración y el estudio de algunos pasajes de la Biblia minutos antes de apagar luz, nos van a recordar que cuando se acaba el día intenso debemos dejar “en las manos de Dios todas nuestras preocupaciones, porque Él cuida de nosotros”. Entonces, mientras nos vamos perdiendo entre la tibieza y satisfacción de un sueño restaurador nuestras últimas palabras serán: “En paz me acuesto y me duermo, porque tu Señor me haces vivir confiado”. [1]

Mi apreciado(a) compañero(a) de fe, ¿qué piensas?… ¿qué decides?//////////////.


[1]Salmos 4:8  

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