“Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve insípida, ¿cómo recobrará su sabor? Ya no sirve para nada, sino para que la gente la deseche y la pisotee” (Mateo 5:13 NVI)
Es definitivo que nuestro cuerpo necesita de la sal. Ésta es la fuente principal de sodio en nuestra dieta, y este componente químico es indispensable para muchas funciones del organismo. Las principales son: (1) el correcto funcionamiento de las células y (2) la regulación del equilibrio de fluidos, electrolitos y de la presión arterial.
No obstante, aunque el sodio es imprescindible para que el cuerpo funcione, ¿lo es la sal?
Está comprobado que la ingesta de sal de mesa aporta 90 % del sodio de nuestra dieta. En personas sanas, la OMS recomienda ingerir menos de 5 gramos de sal al día (lo que equivale aproximadamente a una cucharadita). Sin embargo, según la Agencia Española de Seguridad Alimentaria y Nutrición, en España se consume una media de 9,8 gramos de sal diaria, casi el doble de lo que necesita el organismo. Deduzco que este mismo consumo se repite en otras latitudes del planeta.
El problema radica, en que este alto consumo de sal tiene repercusiones negativas en la salud. Por ejemplo, aumenta la tensión arterial a cualquier edad. Además, su exceso en la dieta implica mayor riesgo de enfermedades cardiovasculares, cáncer gástrico y accidentes cerebrovasculares, como el ictus.[1]
Entonces, lógicamente, podemos reducir el riesgo de estas enfermedades y equilibrar los niveles de presión arterial al reducir el consumo de sal en la dieta. Pero también es bueno conocer qué tipo de sal[2] tiene menos sodio. No obstante, cualquier exceso de sal es perjudicial para la salud. Por tanto, más importante que elegir el tipo de sal es controlar su cantidad. No por escoger una sal con menor contenido en sodio que otra podemos añadir mucha más cantidad en los platos.
Por otro lado, no solamente debemos cuidar el exceso de sal, sino detectar que otros alimentos son ricos en ella, y por lo tanto perjudiciales para la salud. De hecho, según la Administración de Alimentos y Medicamentos de Estados Unidos, más de 70% del sodio de nuestra dieta proviene del consumo de alimentos envasados y preparados. Por ejemplo, las salsas comerciales, como la salsa de soja, contienen mucha sal. También los concentrados para sopas, alimentos precocinados y las conservas. Por último, debemos evitar aquellos productos a los que se les añada como ingrediente el glutamato monosódico, un potenciador del sabor.
Sin embargo, muy a parte de los perjuicios que acarrea consumir mucha sal, ésta es necesaria en nuestra alimentación y para una buena nutrición. Con razón, Jesús, a sus seguidores los compara con la sal, que en el contexto bíblico es como un “emblema de incorrupción y símbolo de lealtad al Señor”.[3]
Asimismo, la comparación con la sal va en dos sentidos: (1) Somos sal para bendición, por lo tanto, necesarios para la gente que nos rodea, o (2) innecesarios si es para quebranto y deterioro.
En el sentido de bendición, la sal, que tiene gran propiedad de penetración y conservación, es un llamado al seguidor de Jesús, a corregir y a impedir la corrupción y la “putrefacción”, consecuencia de las acciones contrarias a los principios de la Biblia. Además, la sal, ingrediente de buen gusto, representa al creyente como un agente de influencia positiva para la gente que le rodea, ayudando a dar gusto y provocar agrado por una vida de justicia, paz y amor según los principios del evangelio.
En el contexto de los tiempos en los cuales Jesús vivía, cuando la parte de la sal recogida en el Mar Muerto perdía su sabor, la almacenaban en el templo de Jerusalén. Y cuando por causa de la lluvia los pisos de mármol del atrio del templo se volvían resbaladizos, se esparcía sobre ellos esa sal para contrarrestar el peligro de deslizamiento. De la misma forma, el “creyente salado”, evita y previene que otros seguidores de Cristo, resbalen hacia sendas del dolor y muerte.
Por otro lado, la sal se vuelve innecesaria cuando pierde su sabor y sus componentes que alteran la comida para hacerla apetitosa. Se dice que este mineral, al no ser bien conservada y quedarse expuesta al aire puede perder el sabor que lo hace peculiar, con lo que se torna inservible. Esta condición es una buena ilustración, para entender el sentido negativo de la sal. El cristiano puede dejar de ser salado y útil, cuando pierde sus propiedades elementales de conservación y gusto. Esto sucede cuando deja de cubrirse con los principios de la Biblia, y permite que su vida se mezcle con las prácticas y forma de vivir del mundo secular.
Mi apreciado(a) compañero(a) de fe, los tiempos son complicados. La gente anda nerviosa, con miedo y con poca esperanza. Poco a poco la incredulidad, la insensibilidad social y dolor se van apoderando de este mundo. Son en estos momentos que “los cristianos salados”, deben salir a impregnar el gusto por la fe en Jesús, su amor leal y su Palabra de vida. A la vez, que deberían ser agentes de conservación, resguardo y rescate, para muchos cristianos que dejaron de ser salados, y perdieron el sentido de su llamado. ¿Qué piensas?… ¿qué decides?////////////.
Joe Saavedra
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[1]https://www.healthline.com/nutrition/what-happens-if-you-eat-too-much-salt
[2]Los más conocidos son: (1) La sal refinada o común es la más utilizada. Está compuesta por cloruro sódico, entre 97 y 99%. Al estar tan refinada no contiene impurezas y es pobre en nutrientes. (2) La sal marina se extrae con la evaporación del agua del mar, no está refinada y posee más oligoelementos y minerales. Además, es rica en yodo, lo cual es positivo para el organismo. (3) La sal rosa del Himalaya también tiene menos sodio, pero contiene otros minerales como el magnesio y potasio. (4) La sal céltica o sal gris también es baja en sodio y rica en otros minerales. (5) La sal light o de bajo contenido en sodio, que contienen 50% menos de sodio. (6) La sal de potasio no tiene sodio (o en muy poca cantidad). Sin embargo, aunque este tipo parezca una solución al exceso de sal, su uso debe ser recetado por un facultativo médico. Solo debe usarse cuando se tienen ciertas enfermedades porque puede provocar un exceso de potasio en la dieta.
[3]Asdrúbal Rı́os, Comentario Bı́blico del Continente Nuevo: San Mateo (Miami, FL: Editorial Unilit, 1994), 70.