TAPABOCAS

 “Jesús llamó a la multitud y dijo: —Escuchen y entiendan. Lo que contamina a una persona no es lo que entra en la boca sino lo que sale de ella” (Mateo 15:10–11)

uso de la mascarilla

La covid-19, que ha contagiado a más de 13 millones de personas y ha causado más de 606.605 muertes alrededor del mundo, nos ha cambiado de muchas maneras: la forma en que nos relacionamos con los demás, cómo usamos los espacios, la manera en que viajamos. Asimismo, la forma en que nos vestimos: una de esas prendas nuevas que ahora son parte del paisaje cotidiano son las mascarillas.

Si hacemos un poco de historia, al principio de la aparición de esta enfermedad, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó la mascarilla sólo para el uso médico. Pero a medida que el virus se iba extendiendo por el mundo, su uso comenzó a popularizarse como una medida de protección frente al covid-19. Sin embargo, mientras los habitantes de distintas latitudes se van ajustando a esta nueva prenda, Japón lleva décadas -incluso siglos- usando la mascarilla como un elemento de su vida diaria.

Varios analistas señalan que el uso extendido de la mascarilla, que se ve en la sociedad japonesa desde hace décadas, es una de las razones detrás de la tasa baja de contagios y muertes por covid-19 (hasta este 15 de julio, el país contabilizaba más de 22.000 casos y 984 decesos).[1]

Las investigaciones sobre la razón de su uso generalizado dentro de la comunidad nipona, descubrieron que los enfermos por cualquier mal lo hacen por respeto a las demás personas, para evitar contagiarlas.[2] Sin embargo, no es la única razón por la que los japoneses tienen tan instaurado este hábito, sino porque es un ritual autoprotector del riesgo.

Pero, ¿dónde surgió ese hábito dentro de la cultura japonesa? La respuesta está en esta frase: «Aliento sucio». Existen registros que muestran que durante el período Edo (1603-1868) las personas se cubrían el rostro con un pedazo de papel o con una rama de sakaki, una planta considerada sagrada en algunas regiones del país, para evitar que saliera su aliento «sucio» hacia el exterior y contaminara al resto.

Niña japonesa
Una niña japonesa se cubre el rostro a finales del siglo XIX.

No obstante, aunque había un concepto de limpieza, no había tanta conciencia sobre los efectos que tienen los virus y los microbios en nuestra salud como ahora. Por eso, el uso de la mascarilla se consagra como un atuendo normal en la vestimenta japonesa cuando la pandemia llamada gripe española de principios del siglo XX, causó cerca de 23 millones de contagios y 390.000 muertes, en un país que por entonces tenía 57 millones de habitantes. El gobierno de Japón combinó una estrategia de vacunación, aislamiento y uso de máscaras quirúrgicas o tapabocas para detener esa pandemia, que finalmente ayudó a controlar la crisis. Los japoneses entendieron que las recomendaciones de la ciencia y los gobernantes eran vitales para salvarse de la contaminación de las enfermedades y adoptaron en su vestuario el uso de mascarillas de manera natural, de tal forma que las pandemias posteriores que atacaron el mundo no hicieron mucho daño en la salud pública de los nipones. Un buen ejemplo es el SARS, que en China causó más de 5.000 contagios y cerca de 350 muertes. En Japón solo se presentaron dos contagios y ningún caso fatal.

Mascarillas sostenibles y seguras con EL PERIÓDICO

De la misma forma, en la Biblia encontramos un buen tapabocas para evitar contaminarse y enfermarse con las tendencias y las prácticas de un mundo inmoral y poco ético: cuidar lo que entra en nuestra mente y a nuestra vida. La mentira, la deshonestidad, la inmoralidad sexual, el abuso de los más débiles, el egoísmo, la falta de amor hacia el prójimo y la soberbia, son algunos ejemplos de enfermedades con las cuales podemos contagiarnos, pero lo más complicado de contagiarse, es  contagiar a los demás y lastimar sus vidas a través de nuestras acciones y comentarios contaminados. Por eso Jesús dijo: “Lo que contamina a una persona no es lo que entra en la boca sino lo que sale de ella”. Porque podemos contagiarnos, pero la enfermedad se vuelve más letal y peligrosa cuando sale de nuestra vida, y arrasa la vida de otros.

Quizá el apóstol Santiago estaba pensando en este daño cuando escribió:  “También la lengua es un fuego, un mundo de maldad. Siendo uno de nuestros órganos más pequeños,[3] contamina todo el cuerpo y, encendida por el infierno, prende a su vez fuego a todo el curso de la vida”.[4] Porque a través de la boca salen las mayores ofensas, palabras condenatorias y frases venenosas, que como balas hieren de muerte a los que impacta.

Por esa razón cuidar lo que entra en nuestra mente es la mejor mascarilla para evitar contaminar y lastimar a los que nos rodean. Puesto que, la ciencia de la mente, manifiesta que las acciones o decisiones no se forman de la nada, sino de todos los mensajes, imágenes, posturas y experiencias que entran por los sentidos hacia el cerebro. Todo lo que recoge lo procesa, y si son cosas contrarias a los consejos bíblicos, lastima en primer lugar al que lo posee, aunque no se note a primera vista. En segundo término, contagia y lastima a los más cercanos, hijos, pareja, amigos, y también a todos los que entran en contacto con esa vida que camina sin la mascarilla espiritual.

Por lo tanto, apreciado(a) compañero(a) de fe, cuidemos lo que vemos, olemos, tocamos y escuchamos, así evitamos contaminar nuestra mente, y por consecuencia contaminar a los que más amamos y a las personas con las cuales tenemos contacto. Dios y su Palabra nos dan la fortaleza para domar esa boca que muchas veces es “un mal irrefrenable, lleno de veneno mortal”,[5] pero también nos brindan la mascarilla de protección para que nuestra vida no se contamine y la boca se mantenga limpia. ¿Qué piensas… qué decides?/////////////.

Desde mi rincón de poder… un poquito antes del retorno de Jesús…

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[1]https://www.bbc.com/mundo/noticias-53398040

[2]Según Mitsutoshi Horii, profesor de Sociología de la Universidad de Shumei, en Japón.

[3]Palabras cursivas añadidas por el autor de la meditación.

[4]Santiago 3:6 NVI

[5]Santiago 3:7-8 NVI

JOE SAAVEDRA es autor del libro para juveniles y jóvenes: «COMO TENER BUEN SEXO».

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VANIDAD

“Jehová conoce los pensamientos de los hombres, que son vanidad” (Salmos 94:11 BSO)

Shankar Kurhade says people ask him for selfies. Photo: Reuters

Hace pocos días atrás, el empresario indio Shankar Kurhade fue el centro de la información en varios periódicos del mundo. Sin embargo, no hizo noticia por una donación hacia los menos favorecidos o por un gesto de amor social, sino por su tapabocas: uno de oro.

India es uno de los países más afectados del mundo por el nuevo coronavirus. Según datos entregados por la universidad Johns Hopkins, después de Estados Unidos, Brasil y Rusia, esta es una de las naciones con mayor cantidad de contagios. Hasta el momento registra cerca de 650.000 infectados y reporta más de 18.500 muertes por esa misma causa. En los últimos días tuvieron un pico de casos diarios, pues el pasado 3 de julio llegaron a su máximo histórico, registrando más de 22.000 nuevos contagios.

Las medidas de confinamiento han golpeado su economía y han provocado un rápido deterioro en las condiciones de las poblaciones más vulnerables del país. Entre otras decisiones que se han tomado para contrarrestar la expansión del virus, el gobierno indio decretó el uso obligatorio de tapabocas en lugares públicos. No obstante, por la extrema pobreza, algunos no pueden conseguir ni el más simple de ellos, pero Kurhade, oriundo de la ciudad de Pune (India), decidió comprar un tapabocas de oro hecho a su medida, que le costó 4000 dólares.[1]

Shankar Kurhade shows off his face mask. Photo: Reuters

Asimismo, Kurhade, tiene un gusto particular por el oro. Además del tapabocas, cuando sale a la calle también porta brazaletes y anillos adornados con el metal precioso.

El accionar de este empresario indio ha causado controversias en las redes sociales, de tal forma que algunos discrepan con su ostentación y otros apoyan su opulencia. Sin embargo, considerando la coyuntura en la que vivimos, donde la pobreza y necesidades están golpeando a millones de personas en el mundo por causa de la pandemia (y en forma particular a su nación), un artículo de lujo de esta clase, es innecesario, es vanidad.

Con razón el salmista, menciona que Dios conoce la insensatez de los pensamientos y decisiones de los seres humanos. Los términos “vanidad” y “vano” se “hallan frecuentemente en la Biblia para dar la idea de aquello que es vacío, pasajero, sin valor”[2] o absurdo. Asimismo, la palabra hebrea (hebel) significa literalmente «una bocanada de aire», «un aliento» o «un vapor».[3]

Es cierto que el concepto clásico de “vanidad”, que resalta la preocupación egoísta por uno mismo, puede llevarnos a confundir su significado bíblico, porque en la Biblia, en palabras sencillas significa “pérdida de tiempo”. Y estos días de incertidumbre, de carencias y muerte, no hay tiempo que perder, ni bendiciones que desperdiciar. Cada minuto que pasa, es propicio para ayudar, para hacer una acción de bien y para animar a los que nos rodean, especialmente a los que se han encontrado con el nuevo coronavirus y a otros que se han topado con la enfermedad del miedo y la angustia de un futuro incierto.

Si no hay tiempo que perder, tampoco hay bendiciones que desperdiciar. Si eres de los más favorecidos, porque pan, trabajo y salud no te falta, entonces eres de los elegidos de Dios para llevar consuelo y bendición a otros. Tu sitio no es en las colas de los “malls” para “ponerte al día” con la ropa y zapatos que no has podido comprar, menos para conseguir una “mascarilla de oro” o aprovechar la necesidad para hacer más dinero, sino, para llevar y compartir el amor que Dios tiene hacia tu familia y hacia ti. Como la respuesta que me dio un vecino cuando lo abordé y cuestioné porque por varias tardes lo encontré ajetreado y sudoroso subiendo bolsas a su camioneta: “Dios es bueno conmigo, debo compartir su misericordia”. Estoy seguro que él no tenía tiempo que perder.

Mi apreciado(a) compañero(a) de fe, Dios conoce nuestros pensamientos. Ojalá no mueva su cabeza compungido porque solo encuentra “vanidad”.///////////.

Pr. Joe Saavedra

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[1]https://www.scmp.com/news/asia/south-asia/article/3091866/coronavirus-bling-bling-indian-businessman-wears-us4000-custom

[2]Samuel Vila Ventura, Nuevo Diccionario Bíblico Ilustrado (Terrasa (Terrassa, Barcelona):: Editorial CLIE, 1985), 1188.

[3]James M. Efird y Mark Allan Powell, «vanity», ed. Mark Allan Powell, The HarperCollins Bible Dictionary (Revised and Updated) (New York: HarperCollins, 2011), 1084.

SOLAMENTE: HIJOS DE DIOS

¡Fíjense qué gran amor nos ha dado el Padre, que se nos llame hijos de Dios! ¡Y lo somos! El mundo no nos conoce, precisamente porque no lo conoció a él. 2 Queridos hermanos, ahora somos hijos de Dios… (1 Juan 3.1–2 NVI)

4 mujeres con fenotipos diferentes.

Desde su nacimiento en el siglo XVIII, la antropología física se centró en el estudio de los restos de esqueletos humanos. Su objetivo era observar el desarrollo y  la variabilidad humana. Conforme se descubrían nuevos territorios y poblaciones, fue necesario, según los naturalistas europeos, clasificar a los seres humanos según sus rasgos.

Sin embargo, la diversidad humana no se percibía como una selección del medio ambiente, sino se interpretó como el reflejo de las características culturales de las muchas poblaciones del planeta. Por ejemplo, y de forma lamentable, los rasgos europeos eran considerados «superiores, equilibrados, hermosos», y eran el reflejo exterior de la «inteligencia y la educación» que caracterizaban a todo europeo. En sentido contrario, estaban los rasgos africanos, considerados «primitivos y poco atractivos», símbolo de una población «ignorante e incivilizada» según los naturalistas y antropólogos del siglo XVIII.

El descubrimiento de “nuevas tierras”, favoreció una investigación dedicada a la clasificación de los tipos humanos. En ese marco histórico, el colonialismo y la esclavitud fueron los motores que llevaron los europeos a buscar apoyos científicos para justificar sus acciones contra los indígenas. Por lo mismo, una de las primeras herramientas que se emplearon para discriminar las diferentes «razas» humanas fue la craneología. Esta consistía en el estudio del tamaño y forma del cráneo humano.

Afroiberia: Rostros del Pasado 3. Los cráneos y el racismo.

En base a este estudio a cada grupo poblacional  se le atribuyó un patrón preciso de características (cráneo globular, alargado, etc.) que correspondían con las cualidades intelectivas más o menos desarrolladas. Así se estableció una jerarquía social y cultural entre los grupos humanos, llegando a diferenciarlos hasta en 63 razas. En síntesis, los primeros naturalistas y antropólogos que intentaron dividir la humanidad en razas utilizaron parámetros sujetos al medio ambiente y los rasgos fisonómicos (color de la piel, tamaño y morfología del cráneo). Asimismo, desde el siglo XVIII, toda esta forma de jerarquizar a los seres se ha extendido hasta nuestros días.

No obstante, en la actualidad, muchos antropólogos físicos y genetistas se han disociado sobre esta forma de categorizar la variabilidad humana. Para ello aportaron evidencias y estudios científicos, donde revelaban la inconsistencia del concepto de raza. Específicamente, en 1994, la American Anthropological Association llegó a la conclusión que resulta incorrecto definir fenómenos tan dinámicos como la inmensa variabilidad humana con un concepto estático y estéril como el de «raza». Para alejarse de la connotación social de la palabra «raza», la ciencia tuvo que modificar su forma de referirse a las poblaciones humanas, y aceptar la existencia de una sola especie: El ser humano. Igualmente, cambió el terminó “raza” por “ascendencia”, cuando se refiere a características particulares de los seres humanos.

Cinco bebés.

Ahora ya los estudios antropológicos, no se remiten a localización y morfología del esqueleto humano,  sino a pruebas genéticas y moleculares. Justamente, en un estudio de 1972 se analizaron unas proteínas contenidas en la sangre de diferentes poblaciones, y los resultados no mostraron diferencias significativas desde el punto de vista molecular para separar razas humanas. Asimismo, estudios recientes contribuyeron a verificar que la secuencia de bases (las unidades que forman la información genética) en el ADN humano es idéntica al 99,9%, lo que demolió por completo la posibilidad de encontrar un parámetro fiable para definir las razas.[1]

Con razón cuando vamos a la Biblia, encontramos una sola división de los seres humanos: HIJOS DE DIOS. Esto, no solamente, destierra la división jerárquica de una raza superior y otra inferior, sino que rechaza su origen animal. Asimismo, eleva la autoestima y el autoconcepto del hombre, quién se convence que no es producto del azar o su antepasado fue un ser irracional, sino que su origen está en la manos de un ser inteligente y superior, por lo tanto su futuro debe ser extraordinario.

No hay razas, hay hijos de Dios. Por lo tanto Jesús, en referencia a los hombres, mientras oraba al Padre le dijo: “…para que todos sean uno… así como tú estás en mí y yo en ti, permite que ellos también estén en nosotros”.[2] Por eso, fue enfático cuando nos ordena: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”.[3] Porque somos iguales, tenemos un mismo Padre, padecemos las mismas dificultades y sufrimos por las mismas cosas. No hay diferencias, ni razas superiores ni inferiores, solamente somos hijos de Dios.

Mi apreciado(a) compañero(a) de fe, el apóstol Juan quién nos recuerda que somos una sola especie inteligente, especial, y que nuestro origen están en las manos de Dios, resalta el pedido de Jesús, especialmente para estos días donde los seres humanos, atacados por un virus desconocido, necesitan vivir, apoyarse y trabajar en unidad: “El que afirma que está en la luz, pero odia a su hermano, todavía está en la oscuridad. El que ama a su hermano permanece en la luz, y no hay nada en su vida que lo haga tropezar. Pero el que odia a su hermano está en la oscuridad y en ella vive, y no sabe a dónde va porque la oscuridad no lo deja ver”.[4] ¿Qué piensas… qué opinas?//////////.

Desde mi rincón de poder… un poquito antes del retorno de Jesús…

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[1]https://theconversation.com/como-los-huesos-acabaron-con-las-razas-humanas-141222

[2]Juan 17:21 NVI

[3]Mateo 22:39 NVI

[4]1 Juan 2:9–11 NVI