“Que su belleza sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Ésta sí que tiene mucho valor delante de Dios.” (1 Pedro 3.4, NVI)
Una de las características del posmodernismo, tiempo en el cual vivimos, es el culto a la belleza física y el cuidado del cuerpo (muchas dietas, gimnasia, etc.). Y esto no sería tan complicado, sino fuera porque en ese afán, las personas descuidan muchas cosas, inclusive su salud integral.
En este contexto, muchos productos y prácticas surgen en el intento de lograr que la persona se vea más bella, más joven y más fuerte. Un buen ejemplo es un tratamiento facial con baba de caracol que realizan en un centro de estética de Chiang Mai, Tailandia. Ellos se basan en un estudio realizado en la Universidad de Tailandia, que ha revelado que la baba de caracol es un excelente ingrediente para los productos cosméticos, con grandes propiedades cicatrizantes e hidratantes. Sin embargo, los profesionales de ese centro no untan una crema que contenga el elemento cicatrizante e hidratante de la secreción de los caracoles, sino colocan varios de estos moluscos sobre el rostro de los clientes, permitiendo que se paseen en toda la cara dejando atrás de ellos un halo de baba.
Otro buen ejemplo para resaltar la belleza, aunque sea ficticia, es el uso de programas para retocar fotografías, como el afamado Photoshop. “Los creadores de Photoshop dicen que nueve de cada 10 imágenes que vemos en cualquier lugar que nos rodea, incluyendo las que se encuentran en los recipientes de alimentos, carteles, catálogos y latas de pintura, por ejemplo, han sido procesadas en Photoshop”.[1] Así, no extraña que Photoshop, haya creado una nueva terminología, tanto en inglés como en español: fotoshopear. Muchas personas “fotoshopean” sus imágenes, para verse mejor, aun así eso no sea la realidad.
Definitivamente, resaltar la belleza a toda costa, aun en desmedro de la salud, o la honestidad, es tendencia actual. No obstante, este problema ya existía en los tiempos bíblicos, porque la vanidad y el orgullo existen desde que el pecado se instaló en este mundo, por eso el apóstol Pedro exhortó, mirando también el futuro: “Que su belleza sea más bien la incorruptible, la que procede de lo íntimo del corazón y consiste en un espíritu suave y apacible. Ésta sí que tiene mucho valor delante de Dios”. Porque mantenerse sano y tener cuidado por el cuerpo, es deber del que entiende que que su ser es Templo del Espíritu Santo, pero si solo sus esfuerzos giran en torno a eso, entonces no ha entendido que la verdadera belleza y la auténtica salud del cuerpo consiste en una vida “suave y apacible”. Es decir, la belleza que agrada a Dios no se queda en lo externo, sino se asienta en la interno, que es duradera y que se demuestra en amor a Dios y a los que nos rodean. El templo del Espíritu se cuida por fuera y por dentro.
Con razón, Elena de White es oportuna cuando aconseja: “No expreses vanidad en el vestido, sino vístete con corrección y pureza. Busca con fervor la humildad y la mansedumbre de corazón a fin de obtener una rica experiencia en las cosas de Dios. Aprende a vencer la vanidad que existe en los corazones no santificados por la verdad”.[2] Asimismo dice que “los que acarician y lisonjean el yo, fomentando el orgullo y la vanidad, dando al vestido y la apariencia el tiempo y la atención que debieran darse a la obra del Maestro, están sufriendo una pérdida terrible. Muchos que están vestidos con bellas prendas externas no saben nada del adorno interior que es de gran precio a la vista de Dios. Su fina vestimenta cubre un corazón que es pecaminoso y enfermo, lleno de vanidad y orgullo. No saben lo que significa buscar las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios”.[3]
Mi compañero(a) de fe, cuidemos nuestro cuerpo, pero seamos sabios con el tiempo y con lo que es verdaderamente importante, y esto es: “Agradar a Dios y servirle”. Porque mientras algunos “malgastan sus facultades en la vanidad y la locura, otros disciplinan su mente, almacenando conocimientos, ciñéndose la armadura para entrar en la batalla de la vida, decididos a tener éxito. Pero no pueden hacer de la vida un éxito, por alto que quieran subir, a menos que concentren sus intereses en Dios. Si quieren volverse a Dios de todo corazón, rechazando la lisonja de los que en el menor grado pudieran debilitar su buen propósito, tendrán fuerza y confianza en Dios”.[4] Esto es la belleza “suave y apacible”. ¿Qué piensas?…. ¡Feliz sábado!…//////.
Lejos de casa, cerca de mi hogar… ¡Cristo viene!…
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[1] http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2015/02/150219_aniversario_photoshop_cindy_crawford_fp
[2] Hijas de Dios, 158.
[3] Mensajes Selectos Tomo 1, 91.
[4] Mensajes para los jóvenes, 304.