“En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar.” (Juan 14.2, NVI)
En los últimos años se han producido muchas guerras internas y externas en diferentes partes del globo que los datos entregados por Naciones Unidas esta última semana, da cuenta que “51,2 millones de personas tuvieron que dejar sus hogares para huir de distintos conflictos alrededor del mundo en 2013”.[1] “Esa cifra es superior a los que causó el mayor conflicto bélico de la historia: la Segunda Guerra Mundial. Además, en el último año se registró un aumento de seis millones de refugiados en comparación con los datos de 2012 y se estima que existen 33 millones de personas desplazadas en el mundo”.[2] Los dos países con mayor número de personas que huyen y dejan su hogar son Siria y Afganistan. En el primero se “estiman que hay 6,5 millones de desplazados. La batalla que se libra en el país árabe ha obligado al desarraigo continuo de muchas familias, que deben trasladarse a menudo para evitar la violencia”.[3] El segundo, y más afectado “por la problemática de los refugiados continúa siendo Afganistán con 2,5 millones de personas viviendo en los campos construidos por Naciones Unidas para proteger a las personas que huyen de la guerra”.[4]
Pero más allá de los datos alarmantes, la verdad es que ninguna organización humanitaria, ni ningún país pueden controlar este problema, mucho menos solucionarla, a lo menos pueden abastecer de alimento y agua, y una carpa para abrigarse en algún desolado desierto. Esto quiere decir que millones de personas no tienen un hogar, andan buscando uno seguro y feliz.
Jesús afirmó: “No se angustien. Confíen en Dios, y confíen también en mí. En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar. Y si me voy y se lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté”.[5]Entonces nosotros tampoco tenemos un hogar, estamos de paso morando en un lugar temporal, que no es el nuestro, porque el que nos pertenece es seguro y es feliz. Con razón, por lo menos siete veces en el libro de Apocalipsis,[6] Jesús nos motiva a no desfallecer, nos exhorta a que no dejemos que el polvo de la mundanalidad se pegue a nuestro ser, ni el vaivén del agitado mundo de los negocios nos haga sordos a esa voz que se levanta y que dice “miren que vengo pronto” y “traigo conmigo mi recompensa”,[7] que incluye un hogar definitivo, por eso menciona: “Dichosos los que lavan sus ropas para tener derecho al árbol de la vida y para poder entrar por las puertas de la ciudad”.[8]
Hace algún tiempo atrás estaba aprovechando mi estadía en una ciudad grande, en un país vecino al mío, para conocerla una poco más. Durante la tarde disfruté de sus parajes hermosos y la calidez de su gente. Al finalizar el día decidimos terminar el paseo en la plaza central de esa ciudad. Mientras tomaba algunas fotos de esa fastuosa plaza, rodeada de casonas virreinales, un movimiento de gente me llamó la atención. Decenas de personas llegaban con cartones y algunas mantas y se colocaban alrededor de la plaza. Tuve que preguntar a mis acompañantes de que se trataba todo eso, y recibí de respuesta esto: “son personas sin hogar, que buscan un lugar para pasar la noche, y debajo de estos techos se protegen de la lluvia y están seguros”. De la misma forma, “durante mucho tiempo hemos esperado el regreso de nuestro Salvador. Pero no por eso la promesa es menos segura. Pronto nos encontraremos en nuestro hogar prometido. Allá Jesús nos guiará junto a las aguas vivas que fluyen del trono de Dios, y nos explicará las enigmáticas disposiciones a través de las cuales nos guió con el fin de perfeccionar nuestros caracteres. Allí veremos en todas partes los hermosos árboles del paraíso, y en medio de ellos contemplaremos el árbol de la vida. Allí veremos con una visión perfecta las hermosuras del Edén restaurado. Allí arrojaremos a los pies de nuestro Redentor las coronas que él había colocado en nuestras cabezas, y, pulsando nuestras arpas doradas, ofreceremos alabanza y agradecimiento a aquel que está sentado sobre el trono”.[9]
Mi amigo (a), esta promesa sale de la boca que jamás habló mentira: “En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así, ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar… ¡vengo en breve!”… ¡Amén!////.
Desde mi rincón de poder…y un poquito antes del retorno de Cristo…
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[1] http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2014/06/140620_internacional_refugiados_millones_mundo_amv.shtml
[2] Ibid.
[3] Ibid.
[4] Ibid.
[5] Juan 14.1-3 NVI
[6] Apocalipsis 2:5, 16; 3:11; 22:7, 12, 20
[7] Apocalipsis 22:12 NVI
[8] Apocalipsis 22:14 NVI
[9] Elena G. de White, Consejos sobre mayordomía cristiana, ed. Aldo D. Orrego, Segunda edición. (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 2007), 222.