“Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor.” (Romanos 6.23, NVI)
Estuve leyendo una noticia que ha puesto nuevamente en debate la pena de muerte en los Estados Unidos. “El estado de Oklahoma suspendió este jueves una de las dos ejecuciones que se iban a llevar a cabo en la cárcel de McAlester después de que la primera de ellas se convirtiese en una desagradable chapuza. Media hora después de inyectársele el cóctel mortal, el reo, Clayton D. Lockett, se retorcía aún entre convulsiones y jadeos, por lo que el médico ordenó detener la ejecución. Pese a ello, Lockett fallecía unos 10 minutos después. Tras el despropósito, se suspendió la ejecución de otro reo, Charles Warner. La desastrosa ejecución pone de nuevo en la palestra el debate sobre la pena de muerte en EE UU y sobre las sustancias usadas para las ejecuciones”.[1] Normalmente, el reo condenado a muerte, se le inocula un cóctel de fármacos (específicamente tres) cuya autoría es del doctor Jay Chapman –el forense de Oklahoma y el ‘padre’ de la inyección letal- cuyo método fue adoptado como el principal modo de ejecución en Estados Unidos y fue usado por primera vez en 1982. “El método Chapman consiste de tres pasos, cada uno acompañado de un medicamento que, en teoría, garantiza su éxito. El primero consiste en anestesiar al condenado para lo que viene después, por lo que se le aplica el pentotal sódico. A continuación, de nuevo por vía intravenosa, se le suministra al reo bromuro de vecuronio, que provoca parálisis y bloqueo de la respiración. El tercer fármaco es cloruro potásico, que para el corazón”.[2] En teoría, con esta combinación se asegura la muerte sin sufrimiento del reo.
Sin embargo, el problema de este procedimiento se ha complicado, puesto que desde “el otoño de 2010 los centros penitenciarios se quedaron sin pentotal sódico, el anestésico que se usaba en las penas capitales para dormir al reo antes de inyectarle en la vena las otras dos sustancias que acaban con su vida”,[3] entonces, para reemplazar a ese analgésico, se han utilizado otros que al parecer no están cumpliendo la tarea de evitarle sufrimiento al condenado, sino que permiten un dolor extremo que hacen penoso su paso por los “corredores de la muerte”.[4]
Esta forma de muerte, es una buena ilustración para poder entender que “paga del pecado es muerte”, porque cómo un cóctel mortal, el pecado fue inoculado en las venas de vida del hombre, para causarle mucho dolor, penosa agonía y acabar con su inmortalidad. “Dios hizo al hombre perfectamente santo y feliz; y la hermosa tierra no tenía, al salir de la mano del Creador, mancha de decadencia, ni sombra de maldición. La transgresión de la ley de Dios, de la ley de amor, fue lo que trajo consigo dolor y muerte”,[5] porque Dios como un padre que conoce las consecuencias, dijo “no”, pero el hombre dijo “si”, y la muerte le fue inoculada. Ese veneno no ha dejado de correr por el torrente sanguíneo de la fragilidad humana, a tal punto que “la continua transgresión del hombre durante seis mil años ha producido enfermedad, dolor y muerte. Y a medida que nos acerquemos al fin, la tentación de complacer el apetito será más poderosa y más difícil de vencer”.[6]
Como reos, no tenemos esperanza, estamos condenados al dolor extremo y finalmente la muerte, sin embargo, “la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor”, porque Cristo levantó el brazo hace dos mil años y exigió que el cóctel de muerte se le inyecte a él, para que podamos recuperar nuestra vida sin dolor, ni muerte. Dicen las noticias que Clayton D. Lockett, se retorcía aún entre convulsiones y jadeos porque el sedante no hizo efecto, entonces el médico ordenó que se detuviese su ejecución, y así lo hicieron. Sin embargo, diez minutos después, Clayton murió de un paro cardíaco, su fragilidad humana no soportó el inmenso dolor. Nosotros tampoco podemos soportar tanto dolor, puesto que la “naturaleza humana puede soportar solo una cantidad limitada de prueba y aflicción. Lo finito solo puede soportar una medida finita, sucumbe la naturaleza humana; pero la naturaleza de Cristo tenía una capacidad mayor para sufrir, pues lo humano existía en la naturaleza divina y esto le daba una capacidad para sufrir y soportar el resultado de los pecados de un mundo perdido. La agonía que soportó Cristo amplía, profundiza y nos da un concepto más amplio del carácter del pecado y el carácter de la retribución que Dios traerá sobre los que continúan en el pecado. La paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Jesucristo para el pecador arrepentido”.[7]
Mi amigo (a), la verdad es que estábamos condenados, no podíamos escapar del corredor de la muerte, hasta que Cristo puso el brazo, puso todo, para librarnos de esa inyección letal. Hasta hoy la marca de muerte está en sus manos. “Por lo tanto, ya no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús”.[8] ¡Amén!
¿Ya lo aceptaste como Salvador?////.
Desde mi rincón de poder…y un poquito antes del retorno de Cristo…
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[1] http://internacional.elpais.com/internacional/2014/04/30/actualidad/1398841016_921528.html
[2] http://internacional.elpais.com/internacional/2013/11/03/actualidad/1383453776_444978.html?rel=rosEP
[3] Ibid.
[4] Término usado para referirse a los lugares donde se ejecutan las penas capitales.
[5] Elena de White, Camino a Cristo, 9.
[6] Elena G. de White, Mente, carácter y personalidad: Tomos 1 y 2 (Buenos Aires: Asociación Casa Editora Sudamericana, 1977), 290.
[7] Elena de White, A fin de conocerle, 65.
[8]Romanos 8.1, NVI