LA BENDICIÓN DE UNA FAMILIA

“Durante la noche Abram y sus siervos desplegaron sus fuerzas y los derrotaron, persiguiéndolos hasta Hobá, que está al norte de Damasco. Así recuperó todos los bienes, y también rescató a su sobrino Lot, junto con sus posesiones, las mujeres y la demás gente” (Génesis 14:15-16)

En el principio, Dios recalcó un principio que establecería una condición que haría al hombre vivir satisfecho: “No es bueno que el hombre esté solo…”,[1] y este principio no se aplica solamente a la compañía de dos personas que se aman y deciden pasar la vida juntos, sino a un grupo de personas que tengan fines comunes, que se amen incondicionalmente y que se esfuercen por alcanzar sus más apreciados sueños; a este grupo lo llamo “familia”.

Un hombre dichoso, es aquel que crece en medio de una familia que se apoyan y se aman sin condiciones. La familia, según la Declaración Universal de los Derechos Humanos, es el elemento natural y fundamental de la sociedad, además un concepto general menciona que “es un grupo de personas ligadas por lazos de parentesco o matrimonio, que viven juntas bajo la autoridad de una de ellas, y que practican una economía común. Es una comunidad natural y afectiva de origen remoto, que ha servido para la perpetuación de la especie humana”.[2] Esto quiere decir que, tener una familia, convivir con ellos es una bendición, que debe ser reconocida y protegida.

Para Abram, como buen hebreo, la familia era muy importante y debía ser defendida aún con la vida. Durante años él trabajó por tener una familia unida y feliz, a pesar de las dificultades y los errores que cometieron sus integrantes. Por eso, cuando Lot, el sobrino que crió como a un hijo, se encontraba en peligro, él no escatimó esfuerzos para ayudarlo y ponerlo a salvo. Movilizó a más de trescientos hombres y salió a liberar a su sobrino que estaba cautivo por “los reyes Quedorlaómer de Elam, Tidal de Goyim, Amrafel de Sinar, y Arioc de Elasar”.[3] Y la historia cuenta que rescató a su sobrino y todas sus posesiones.

Mi amigo (a), si tienes una familia, eres un ser bendecido. No dejes de pasar el tiempo sin reconocer la familia valiosa que tienes, puedes utilizar palabras, gestos y hasta regalos para que cada uno de los integrantes de tu familia se sienta importante en tu vida. Por otro lado, si no tienes a tu familia cerca, entonces valora a tus verdaderos amigos y acerca más a tu familia Celestial. Este mundo, dirigido por Satanás, está acabando con la familia, confundiendo roles, sembrando resentimientos y poniendo mil problemas, hasta acorralar al ser humano y hacerle pensar que solo está mejor. Pero la soledad es la ruina del hombre. ¡Defendamos a nuestras familia!, demos todo con tal de verlos felices… Y si algún resentimiento o un dolor del pasado, te apartó de tu familia, hoy puede ser el día de perdonar y recuperar todo lo que has dejado atrás, como Abram con su sobrino Lot.

Pr. Joe Saavedra

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[1] Génesis 2:18 NVI

[2] Pablo Alberto Deiros, Diccionario Hispano-Americano de la Misión (Casilla, Argentina: COMIBAM Internacional, 1997).

[3] Génesis 14:9 NVI

BABEL

Un día se dijeron unos a otros: «Vamos a hacer ladrillos, y a cocerlos al fuego.» Fue así como usaron ladrillos en vez de piedras, y asfalto en vez de mezcla. Luego dijeron: «Construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. De ese modo nos haremos famosos y evitaremos ser dispersados por toda la tierra»” (Génesis 11:3-4 NVI)

En el mes de enero de años 2010, el municipio de Dubai (Emiratos Árabes) inauguró el edificio más alto del mundo y sus patrocinadores lo han definido como “un rascacielos de una construcción intrépida en el escenario mundial”. Los creadores del edificio Burj Dubai -que en lengua arábiga significa Torre Dubai- decidieron guardar un secreto hasta su inauguración: su altura final. Sólo se sabe que tiene más de 800 metros (2.625 pies), eclipsando desde hace tiempo a su más inmediata rival, la Taipei 101 en Taiwán. Según informó la agencia AP, la torre cuenta con 164 pisos y el mayor índice de ocupación que cualquier otra del mundo. Su terraza de observación, en el piso 124, es también un récord.

Sin embargo, no es la primera vez que el hombre pretende construir un edificio tan alto; la Biblia registra que “Babel”[1] fue el nombre del primer rascacielos que arquitectos humanos comenzaron a construir. Le pusieron ese nombre al edificio en alusión a una de las principales ciudades fundada por Nimrod en la tierra de Sinar (Sumer), la antigua tierra de Babilonia, llama Babel, cuya traducción del hebreo es ‘puerta de dios’. Aunque al dios que se refería era a Marduk, que la tradición babilónica lo cataloga como el fundador de la ciudad.[2] Y por allí que se va develando los motivos de la reacción de Dios para paralizar esa obra y dejarla inconclusa.

La Biblia, específicamente en Génesis 11:1-9, aparece la historia de la construcción de la ciudad y su elevada torre, donde se explica el nombre Babel por etimología popular basada en una raíz hebrea similar a bālal, que puede traducirse como ‘confusión’ o ‘mezcla’. Y este significado está en relación al verdadero motivo que propició la construcción de este edificio: “Construyamos una ciudad con una torre que llegue hasta el cielo. De ese modo nos haremos famosos y evitaremos ser dispersados por toda la tierra”. Es decir, “desconfianza de Dios y confianza en la fuerza humana”, y esto engendra orgullo o soberbia

Varios estudiosos tienen diferentes opiniones sobre la construcción de este edificio y las causas de la intervención de Dios: “Algunos dicen que la torre de Babel tenía la pretensión de “llegar al cielo”, lo cual era una demostración de la soberbia humana… Otros señalan que el problema consistió en una desobediencia a la orden que Dios había dado de “llenar la tierra” y que los hombres prefirieron concentrarse en Babel… En la tradición rabínica la opinión más generalizada es que la torre de Babel tenía propósitos idolátricos y de rebeldía contra Dios, relacionándola con la persona de Nimrod, cuyo nombre se deriva de un término que significa “rebelión”, porque se caracterizó por esa actitud frente a Dios…y exigió ser adorado como Dios. Algunos eruditos consideran que la torre de Babel fue un zigurat, una construcción piramidal que los caldeos hacían para sus templos y que usaban también como observatorios de los astros”.[3]

En todos los casos, la idea central es que, Babel, se construyó por la soberbia del hombre y por la confianza puesta en dioses creados por manos humanas. En las mentes de esas personas, no había lugar para confiar de Dios y depender de su voluntad. Todos ellos eran descendientes de Noé, ya través de muchos años escucharon sobre el poder de Dios y lo que hizo en el diluvio, pero ni aún eso los llevó a depender de Dios, más bien creó en ellos un sentimiento de rechazo y la intención ingenua de escapar de su voluntad. No se atrevieron a confiar en el poder de Dios y vivir seguros, sino en sus frágiles y efímeras fuerzas. Todos ellos acabaron confundidos, sin saber para donde iban, no tenían sentido alguno.

Y tú ¿en quién haz depositado tu confianza?, ¿piensas que tus propias acciones te pueden librar del dolor y la muerte?, ¿consideras que tus decisiones humanas te llevarán por caminos seguros?, ¿qué estás construyendo para reemplazar la presencia de Dios en tu vida?, ¿tú “Babel” te va a librar de los juicios de Dios?

¡Construye tu vida en la roca que es Cristo!, esa es la única manera de llegar al cielo. ¡No vivas más en confusión!, la confianza en Dios es el camino seguro para hallar sentido y alegría de vivir. Hoy puede ser el día de parar con esas construcciones humanas, que se levantan en frágiles estructuras de humanismo e idolatría. ¡Hoy haz un compromiso con el Arquitecto del Cielo!…

Pr. Joe Saavedra

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[1] Génesis 11:9

[2] J.D. Douglas, Nuevo Diccionario Bíblico: Primera Edición (Miami: Sociedades Bı́blicas Unidas, 2000).

[3] Alfonso Lockward, Nuevo Diccionario de La Biblia. (Miami: Editorial Unilit, 2003), 134.

 

CORAZÓN DISPUESTO

“¡Ojalá su corazón esté siempre dispuesto a temerme y a cumplir todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos siempre les vaya bien!” (Deuteronomio 5:29 NVI)

El corazón del hombre es traicionero, descontrolado y perverso. Las Sagradas Escrituras, mencionan las características más predominantes del corazón: malo, perverso, engañoso, insensible, inicuo, endurecido, terco, necio, entenebrecido, loco, incrédulo. Todo esto hace que no podamos confiar en él. White, formula: “¡Oh, cuán engañoso es el corazón humano! ¡Con cuánta facilidad armoniza con aquello que es malo! No hay nada más perjudicial para los intereses del alma, para su pureza, para su verdadera y santa concepción de Dios y de las cosas eternas y sagradas, que escuchar y exaltar constantemente aquello que no es de Dios”.[1]

Con razón Satanás quiere apoderarse de nuestro corazón, Él sabe que es terreno fértil para sembrar sus planes de odio y sufrimiento, cuyo final es destrucción y muerte. Con razón busca a toda costa tomar las riendas de nuestra vida, ofreciendo placer, euforia y experiencias inolvidables, a cambio del dominio de nuestro corazón y muchos hacen tratos con él. Sin embargo, si no puede tomar las riendas del corazón humano,  hará todo lo posible para que Dios no controle nuestra vida, porque sabe que un corazón sin el control divino, es una bomba que va estallar y va a causar mucho daño.

Hace un minutos un muchacho me decía por el chat: “¡pastor no puedo!, ¡sé qué las cosas que estoy haciendo han destruido a mis padres, han alejado a mi novia y sé que me están matando… pero no puedo dejar de hacerlos¡”, esto es un ejemplo práctico de las acciones de un corazón perverso que se jacta en hacer el mal. ¿Qué hacemos entonces? La solución es “entregarle el control de nuestra vida a Dios”, y esto es posible si cada mañana nos cercioramos en cumplir el anhelo de Dios: “¡Ojalá su corazón esté siempre dispuesto a temerme y a cumplir todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos siempre les vaya bien!”.

¿Y cómo podemos tener un corazón dispuesto? Elena de White nos puede ayudar en la respuesta: “Hay oportunidades y ventajas que están al alcance de todos para fortalecer las facultades morales y espirituales. La mente puede expandirse y ennoblecerse, y debería hacérsela espaciar en las cosas celestiales… A menos que se oriente en dirección al cielo se convertirá en fácil presa de las tentaciones de Satanás a iniciar proyectos y empresas mundanos que no tienen ninguna relación especial con Dios. Se empeñan en esta obra celo, devoción, energía incansable y deseo febril, y el diablo está cerca y se ríe al ver los esfuerzos humanos que luchan con tanta perseverancia por un objeto que nunca conseguirán, que elude su mano… Esquemas y proyectos inventados por Satanás entrampan las almas, y pobres y engañados seres humanos van directamente a su ruina con los ojos vendados….”[2]

Además añade: “Hay una salvaguardia contra los engaños y las trampas de Satanás, y es la verdad como está en Jesús. La verdad plantada en el corazón, alimentada por la vigilancia y la oración, nutrida por la gracia de Cristo, nos proporcionará discernimiento. La verdad debe morar en el corazón, y su poder debe experimentarse a pesar de todos los encantamientos engañosos de Satanás, y vuestra experiencia y la mía debe ser que la verdad pueda purificar, guiar y bendecir al alma…”.[3]

Mi amigo (a) ¡tengamos un corazón dispuesto de ser guiado por Dios!, un corazón dominado por el enemigo de Dios, va rumbo a la ruina y un corazón sin control alguno, va a la deriva y el final es muerte. Recordemos que “el enemigo está tras la huella de cada uno de nosotros, y si queremos resistir las tentaciones que nos asaltan desde adentro y desde afuera, debemos asegurarnos de que estamos del lado del Señor, que su verdad está en nuestros corazones, que vela sobre nuestras almas, lista para hacer sonar la alarma y hacernos actuar contra cualquier enemigo”.[4] ¿Tienes el corazón dispuesto?

Pr. Joe Saavedra

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[1] Mensajes Selectos, T2, cap: 8.

[2] A fin de conocerle 22 de octubre

[3] Ibid.

[4] Carta 17, 1886

¿CONFIAS EN TU CORAZÓN?

“Nada hay tan engañoso como el corazón. No tiene remedio. ¿Quién puede comprenderlo?” (Jeremías 17:9 NVI)

El “corazón”, en un sentido figurado,[1] es un lugar especial donde se encuentran los atributos de la personalidad (especialmente el pensamiento, la voluntad y el sentimiento). Es un  término que se usa como ilustración en las Escrituras para designar el centro mismo de la personalidad del hombre, es decir es el núcleo de la vida, el comando de control de todas las acciones humanas.

Dios nos pide el corazón, que le dejemos el control de nuestra vida, es decir, que le confiemos nuestros pensamientos, nuestra voluntad y nuestros engañosos sentimientos. Como un capitán se ofrece a tomar el timón de nuestro barco. Entregarle el corazón a Dios, es dejarle que tome el control de nuestra existencia en todos los sentidos, especialmente en nuestras decisiones, en nuestros pensamientos y en nuestros sentimientos volubles. Por su lado, Satanás, también hace denodados esfuerzos por tomar las riendas de nuestra vida y llevarnos por sus caminos.

Sin embargo, algunos piensan que pueden prescindir del dominio de uno de los antagonistas. Seguramente has escuchado esta frase: “Ni con Dios, ni con el Diablo”; un joven remató la idea con esta afirmación: “mejor me defiendo solo”. Que ingenuo y temerario es el hombre al pensar así. Su atrevimiento es muchas veces producto del desconocimiento de la naturaleza humana. El profeta Jeremías, es acertado al afirmar que nuestro corazón no tiene remedio, es tan engañoso, que no existe algún individuo sobre la tierra que pueda dominarlo y entenderlo. Un corazón sin control, es como una bala perdida, mejor dicho, como un misil perdido, ¡va a causar mucho daño!

El apóstol Pablo, tiene otra manera de explicar el asunto del corazón engañoso. Él lo explica así: “No entiendo lo que me pasa, pues no hago lo que quiero, sino lo que aborrezco…pero, en ese caso, ya no soy yo quien lo lleva a cabo sino el pecado que habita en mí. Yo sé que en mí, es decir, en mi naturaleza pecaminosa, nada bueno habita. Aunque deseo hacer lo bueno, no soy capaz de hacerlo… ya no soy yo quien lo hace sino el pecado que habita en mí”.[2] Pablo, lo mismo que Jeremías, están diciendo que el corazón no es digno de confianza, es traicionero y goza en la impiedad.

Las Sagradas Escrituras, mencionan algunas características del corazón que lo tornan peligroso. El corazón es: malo, perverso, engañoso, insensible, inicuo, endurecido, terco, necio, entenebrecido, loco, incrédulo.[3] Con razón Jeremías pregunta: “¿quién puede comprenderlo?”. Con semejante corazón, me atrevería a preguntar: “¿quién podría dominarlo?”. White, formula: “¡Oh, cuán engañoso es el corazón humano! ¡Con cuánta facilidad armoniza con aquello que es malo! No hay nada más perjudicial para los intereses del alma, para su pureza, para su verdadera y santa concepción de Dios y de las cosas eternas y sagradas, que escuchar y exaltar constantemente aquello que no es de Dios”.[4]

¿Le entregarías tu confianza a alguien malo, perverso, engañoso, insensible, inicuo, endurecido, terco, necio, entenebrecido, loco, incrédulo?, ¿dejarías las riendas de tu vida a alguien sumamente peligroso?… ¡Así es tu corazón!… ¿quién la controla?, o ¿vive sin ningún control?

Pr. Joe Saavedra

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[2] Romanos 7:15-20 NVI

[3] Maldad: Ge 6:5; 8:21; Sal 28:3; Ec 9:3; Je 3:17; 7:24; 11:8; 17:1; Heb 3:12 ♦ perverso: Sal 101:4; Pr 6:14; 11:20 ♦ inicuo: Pr 6:18 ♦ engañoso: Je 17:9 ♦ arrogante: Sal 101:5; Pr 16:5; 18:12; 21:4; Eze 28:2, 5, 17; Da 5:20 ♦ insensible (lit., grasa): Sal 17:10; 119:70; Is 6:10; Stg 5:5 ♦ endurecido, terco: Ex 4:21; 7:3; Je 11:8; 16:12; 18:12; Eze 11:19; 36:26; Zec 7:12; Mr 3:5; 6:52 ♦ necio: Pr 22:15; Ro 1:21 ♦ impíos: Job 36:13 ♦ entenebrecido: Ro 1:21 ♦ loco: Ec 9:3 ♦ incrédulo: Hos 10:2; Mr 16:14; Heb 3:12

[4] Mensajes Selectos, T2, cap: 8.

NO TE LLEGARÁ (jueves 12 de abril de 2012)

“Ya que has puesto al SEÑOR por tu refugio, al Altísimo por tu protección,  ningún mal habrá de sobrevenirte, ninguna calamidad llegará a tu hogar. Porque él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos” (Salmos 91:9-11 NVI)

Caminar por este mundo conlleva expectativa. El dolor que campea libre está al acecho. Desgracias, muertes, accidentes y todo tipo de dolor es cosa de cada día. En este mismo momento una familia llora o una persona se lamenta. Hoy son ellos y ¿nosotros? ¿Estamos libres de eso? ¡Claro que no!, es más, en medio del gran conflicto, el blanco predilecto de Satanás son los amigos de Jesús, sus seguidores, es decir ¡nosotros! Somos una presa deseada, un blanco perfecto, ya lo decía Juan: “Entonces el dragón se enfureció contra la mujer, y se fue a hacer guerra contra el resto de sus descendientes, los cuales obedecen los mandamientos de Dios y se mantienen fieles al testimonio de Jesús”.[1] Él que hizo posible el odio, él que se anima en medio de las desgracias de un hijo de Dios, no puede menos que hacer todo lo posible por ponernos el pie en la cara y complacerse de nuestras lágrimas.

Entonces, ¿podemos ser inmunes a las desgracias y el dolor?, definitivamente no, pero si podemos correr a nuestro refugio que el Señor y tomarnos de su promesa: “… ningún mal habrá de sobrevenirte, ninguna calamidad llegará a tu hogar. Porque él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos”.[2] Con razón Elena de White menciona a propósito de la crisis final: “Si los hombres tuviesen la visión del cielo, verían compañías de ángeles poderosos en fuerza estacionados en torno de los que han guardado la palabra de la paciencia de Cristo. Con ternura y simpatía, los ángeles han presenciado la angustia de ellos y han escuchado sus oraciones. Aguardan la orden de su jefe para arrancarlos al peligro…”.[3] El salmista también decía: «Me esconderá en su pabellón en el día de calamidad; me encubrirá en lo recóndito de su Tabernáculo».[4] ¿Podemos librarnos del dolor?, ¡no!, pero podemos contar con el cuidado extremo de nuestro Dios, Él que libró a Daniel de los leones, está presto a librarnos de todo mal.

A menudo nuestra mente puede estar nublada por causa del dolor, pero no tratemos de pensar, sino de descansar y de entregarle cada día nuestra vida a Dios y decirle “qué se haga tu voluntad”.

Nadie está libre del dolor,  pero si tenemos la libertad de confiar en Dios y agradécerle las innumerables veces que nos ha librado, algunas sabemos y otras nos enteraremos en la eternidad. Hoy quiero humillarme delante de Dios, reconocer su amor y allanarme a sus planes. ¡Tantos cuidados, tantos milagros…”. Hoy agradezco a Dios de ver su promesa cumplida delante de mis ojos: “… Porque él ordenará que sus ángeles te cuiden en todos tus caminos”. Hoy todavía puedo abrazar a mis esposa y acariciar a mis hijos…

Pr. Joe Saavedra

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[1] Apocalipsis 12:17 NVI

[2] Salmos 91:10-11 NVI

[3] El conflicto de los siglos, cap: 42

[4] Salmos 27:5 RV60

¿ENTRÉGALE TU CORAZÓN? (miércoles 11 de abril de 2012)

“Pero si le entregas tu corazón y hacia él extiendes las manos, si te apartas del pecado que has cometido y en tu morada no das cabida al mal, entonces podrás llevar la frente en alto y mantenerte firme y libre de temor…” (Job 11:13-16 NVI)

El “corazón”, en un sentido figurado,[1] es un lugar especial donde se encuentran los atributos de la personalidad (especialmente el pensamiento, la voluntad y el sentimiento), es decir es el núcleo de la vida, el comando de control de todas las acciones humanas. Alguien me dijo: “el corazón es el motor que hace funcionar la vida”. ¿Cómo está funcionando tu corazón físico?, y ¿tu otro corazón?”. Pero, ¿Qué significa entregarle el corazón a Dios?

Cuando revisamos el transcurrir del plan de salvación que la Biblia es amplia en mostrarlo, resalta un conflicto entre el bien y el mal, entre Dios y Satanás. Estos antagonistas se disputan tu vida, es decir tú y yo estamos al medio de esta lucha, no hay forma de escapar. Todo es cuestión de control. Dios busca el control del ser humano, el enemigo también la disputa. Y para controlar al ser humano el objetivo es apoderarse del corazón, el núcleo de la vida, el comando de control de todas las acciones humanas, es decir los pensamientos, la voluntad y los sentimientos. White dice que “cuando la mente no está bajo la influencia directa del Espíritu de Dios, Satanás puede moldearla como desea. Excitará la sensualidad de todos los poderes racionales que controla. Se opone directamente a Dios en sus gustos, sus puntos de vista, sus preferencias, sus simpatías y sus antipatías, sus elecciones y sus proyectos; no se deleita en lo que Dios ama o aprueba, sino una apetencia por lo que El desprecia; por lo tanto se mantiene una conducta que ofende a Dios”.[2]

Sin embargo, todo el poder del cielo, o de las tinieblas, no puede invadir, ni apoderarse de nuestro corazón a menos que nosotros lo permitamos voluntariamente. Es nuestra decisión a quién le entregamos el control de nuestra vida. Con razón esta cita dice que “si se les permite, los ángeles malos trabajarán [cautivarán y controlarán] las mentes de los hombres hasta que no tengan mente ni voluntad propia”.[3] Y la misma autora de la anterior cita añade: “Satanás no puede tocar la mente o el intelecto a menos que se los cedamos a él”.[4]

Con razón Dios que respeta las decisiones del hombre, nos pide que le entreguemos el corazón, que le confiemos nuestros pensamientos, nuestra voluntad y nuestros engañosos sentimientos. Él quiere tomar el control de nuestra vida, como un capitán se ofrece a tomar el timón de nuestro barco. Entregarle el corazón a Dios, es dejarle que tome el control de nuestra existencia en todos los sentidos, especialmente en nuestras decisiones, en nuestros pensamientos y en nuestros sentimientos volubles.

¿A quién le has dejado el control de tu vida?, ¿quién tiene preso tu corazón? Recuerda: “O los ángeles malos o los ángeles de Dios controlan las mentes de los hombres. Entregamos nuestras mentes al control de Dios o al control de los poderes de las tinieblas; y será bueno que nos preguntemos dónde estamos parados hoy -si bajo el estandarte ensangrentado del Príncipe Emanuel o bajo la bandera negra de los poderes de las tinieblas-”.[5] ¡Tú sabes la respuesta!

Pr. Joe Saavedra

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[2] Mente, carácter y personalidad, Tomo 1; cap. 3

[3] Mensajes Selectos, pág. 64, 1904

[4] Mensajes Selectos, pág. 17,1893

[5] Mente, carácter y personalidad, Tomo 1; cap. 3

CORAZÓN (lunes 09 de abril de 2012)

“Dame, hijo mío, tu corazón y no pierdas de vista mis caminos” (Proverbio 23:26 NVI)

Comencé hacer un llamado al terminar una prédica en un colegio secundario, y no recuerdo en que momento dije: “entrégale tu corazón a Jesús”, porque al final un muchacho se acercó y me dijo: “pastor, cómo le entrego mi corazón a Jesús”, y en son de broma continuó: “me lo saco del pecho…”.

El texto de hoy, pone énfasis en el pedido de Dios de entregarle el  corazón. Pero ¿qué significa entregarle el corazón a Jesús? Lo primero que hay que hacer es definir el término corazón para la Biblia.

El concepto secular de “corazón”, especialmente en el área médica, dice que “es el órgano principal del aparato circulatorio”, además menciona que:

«Es un órgano musculoso y cónico situado en la cavidad torácica. Funciona como una bomba, impulsando la sangre a todo el cuerpo. Su tamaño es un poco mayor que el puño de su portador. El corazón está dividido en cuatro cámaras o cavidades: dos superiores, llamadas aurícula derecha (atrio derecho) y aurícula izquierda (atrio izquierdo), y dos inferiores, llamadas ventrículo derecho y ventrículo izquierdo. El corazón es un órgano muscular autocontrolado, una bomba aspirante e impelente, formado por dos bombas en paralelo que trabajan al unísono para propulsar la sangre hacia todos los órganos del cuerpo. Las aurículas son cámaras de recepción, que envían la sangre que reciben hacia los ventrículos, que funcionan como cámaras de expulsión”.[1]

Todo este concepto solo tiene relación al concepto de la Biblia, en el sentido que las “Escrituras se usa el término corazón para el corazón físico del hombre y el de los animales”. Pero:

“…el uso principal es en sentido figurado para lo más hondo o núcleo central de algo, generalmente del ser humano. Como tal, el corazón es un lugar especial donde se encuentran los atributos de la personalidad (i.e., el pensamiento, la voluntad y el sentimiento). En el corazón esas tres funciones de la personalidad humana se fusionan en uno y funcionan inseparablemente. Por tanto, aunque se describen estos conceptos por separado, no están estrictamente separados en el ser humano. Por tanto, el conocimiento en el sentido bíblico consiste en saber algo con el intelecto, el sentimiento y la experiencia o voluntad”.[2]

Elena de White, relaciona también al corazón más allá de un concepto físico: «Cuando renuncies a tu voluntad propia, a tu sabiduría propia y aprendas de Cristo, hallarás admisión en el reino de Dios. Él requiere una entrega entera y sin reservas. Entrégale tu vida para que él la ordene, modele y disponga. Toma su yugo sobre tu cuello. Sométete para ser guiado y enseñado por él. Aprende que a menos que seas como un niñito, nunca podrás entrar en el reino de los cielos”.[3]

Entonces, “corazón”, en un sentido figurado, es un lugar especial donde se encuentran los atributos de la personalidad (especialmente el pensamiento, la voluntad y el sentimiento), es decir es el núcleo de la vida, el comando de control de todas las acciones humanas. Alguien me dijo: “el corazón es el motor que hace funcionar la vida”. ¿Cómo está funcionando tu corazón físico?, y ¿tu otro corazón?”.

Pero, ¿Qué significa entregarle el corazón a Dios? Después de los conceptos previos, estamos en condición de dar respuesta a esa pregunta… ¡Hasta mañana!

Pr. Joe Saavedra

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[1] http://es.wikipedia.org/wiki/Coraz%C3%B3n

[2] LBLA Indice de Topicos, electronic ed. (La Habra, CA: Foundation Publications, Inc., 2000).

[3] Mensajes Selectos, T1, cáp: “La importancia de recibir el Espíritu Santo”.

CONSUMADO ES (viernes 06 de abril de 2012)

“Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: Consumado es. Y habiendo inclinado la cabeza, entregó el espíritu” (Juan 19:30 R60)

La frase “consumado es”, es considerado la penúltima que repitió Jesús en la cruz. Era viernes y la gente que estaba al pie de la cruz, oyeron esas palabras. Sin duda, cada cual le dio un sentido distinto, de acuerdo a su propia posición. Quizá nadie supo darle el sentido del que las pronunció. Con seguridad, nadie pudo sondear toda su profundidad. Y tú amigo (a) ¿entiendes el significado de esa frase?

Los sacerdotes y los enemigos habrán lanzado un suspiro de alivio, el personaje que denunció sus pecados y nunca se doblegó ante su hipocresía estaba en su momento final. Razonaban así: «Se acabó. Ya no es más problema. Tenía razón el sumo sacerdote cuando dijo que era bueno que un hombre muriera por el pueblo. Ahora podemos volver tranquilos y celebrar la Pascua mañana, sin preocupaciones”. Sin embargo, no sabían que esa frase era el comienzo de todo.

A un lado, los soldados romanos habrán meneado la cabeza, su experiencia en otras crucifixiones los dejaban perplejos al ver que todo había acabado rápidamente. ¿Hasta tal punto le habían agotado los sufrimientos anteriores que no pudo soportar lo que era habitual? Estarían perplejos, asombrados, llenos de interrogantes. Algo así habrá pensado Pilato cuando lo supo en el cobarde escondrijo de su pretorio. Posiblemente su escasa mentalidad no le habrá permitido ir más allá de una mezquina sensación de alivio.

Por otro lado, sus mismos allegados estaban aturdidos. Sus discípulos más cercanos, escondidos en algún lugar secreto estaban desilusionados y perplejos: ¿dónde quedó todo el asunto de su reino?, ¿dónde quedaron todas sus promesas? Tres días después, Cleofas, esposo de una de las mujeres que estaban allí, como fiel resto de los discípulos, repetía el sentimiento que les embargaba entonces: “Pero nosotros esperábamos que él era el que había de redimir a Israel”[1] “¡Esperábamos!” Si, en pasado: aquello se acabó. Fue una ilusión pasada, un entusiasmo   infundado una ingenua esperanza. Ahora se ha terminado. Para él quizá ha sido lo mejor. Dios ha sido misericordioso y ha puesto fin  a sus sufrimientos. Un suspiro de alivio sacudió tal vez los labios de María. Ella ya estaba segura en brazos de Juan. ¿Por qué prolongar más la agonía? Una profunda resignación les invadió y —extraña neto humana paradoja— los únicos fieles sintieron piedad por su propio salvador.

Pero que significaba realmente “consumado es”. La Nueva Versión Internacional traduce esa frase como “todo se ha cumplido”, y nos traslada a un plano donde se observan mejor las cosas. ¿Qué cosas se habían cumplido?, ¿quiere decir que Jesús recibió una misión al venir a la tierra?

Jesús no dijo  “se acabó”, tampoco “no tengo más que hacer” y mucho menos “ya he terminado”. Dijo mucho más. «Consumado» es mucho más que «acabado, terminado, concluido».  Ya lo había adelantado cuando la noche anterior, oraba diciendo: «He acabado la obra que me diste que hiciese». Aquello que había insinuado a su madre en Jerusalén a los doce años — “¿No sabéis que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?»—  se había cumplido. Su padre le había encargado una misión que cumplir. Para ello había debido encarnarse, andar, sufrir, llorar, ser crucificado. Y ahora, la misión había llegado a la culminación. Como el héroe que retorna del campo de batalla y puede informar: «¡Misión cumplida!»

«… ¡anímense! Yo he vencido al mundo”[2] había dicho horas antes a sus apóstoles. La guerra estaba terminada. El enemigo había sido destruido. La victoria ya era definitiva. Si nos quedó algo de estupor frente al “Dios mío ¿por qué me has desamparado?»; si quedamos doloridos por el “tengo sed”, ahora levantemos  la  cabeza y miremos confiados otra vez la cruz. Ya no es tan sólo la oración “Padre, perdónalos.” Es mucho más. Es recordar lo que dijo de su misión: “Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos y dar vista a los ciegos, a poner en libertad a los oprimidos…”.[3] Es oír a Jesús decirle a su Padre: “el enemigo ya no tiene más autoridad sobre nuestros hijos, los hombres, y su principal aliado ‘la muerte’, ha sido vencido, puesto que Tú los haz perdonado sus pecados, entonces su paga es otra. Ellos tienen otra opción más que el dolor, la desgracia y la muerte, ellos pueden heredar la vida eterna. Ahora, solo deben decidir a quién servir y entregarle toda la vida. Aquí en esta cruz declaro que todos los requisitos para la libertad del hombre han sido cumplidos, ya está todo hecho».

Hoy es viernes, quizá también debamos recordar que la venida de Jesús a la tierra hace dos mil años, no fue casualidad, ni Jesús un suicida. Había una misión, había un rescate y había riesgos. Y todo fue posible porque había un ser que amaba tanto al mundo que arriesgó todo, incluso a su hijo. La misión se llevó a cabo, se corrieron los riesgos y el resultado final fue libertad y victoria. “Consumado es”, da la garantía que no queda una sola opción de desgracia y muerte, sino hay otra de esperanza y vida. ¿Cuál eliges?

Pr. Joe Saavedra

Desde la línea de batalla  y un poquito antes del retorno de Cristo…

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[1] Lucas 24:21 R60

[2] Juan 16:33 NVI

[3] Lucas 4:18 NVI

TENGO SED (jueves 05 de abril de 2012)

“Después de esto, como Jesús sabía que ya todo había terminado, y para que se cumpliera la Escritura, dijo: —Tengo sed—” (Juan 19:28 NVI)

“Tengo sed”, es la quinta frase que se escuchó de la boca de Jesús, mientras agonizaba en la cruz. Es el apóstol Juan quién nos cuenta el episodio. Sin embargo, no sería extraño mencionar al autor que narró el pedido de Jesús, sino fuera por el hecho que en su evangelio él se esmera por recalcar la divinidad de Cristo. No obstante, la realidad es que el evangelista, menciona esa frase para subrayar que esa divinidad se encarnó en una total humanidad. Además, Juan señala que en ese detalle se cumplió otra profecía del Antiguo Testamento. Pocos pasajes de las Escrituras son tan dolientes como aquel en que se describen por anticipado los sufrimientos del Mesías. Un ejemplo puede ser Salmos 69:3,7-9, aunque de forma precisa el versículo 21 el cual Juan resalta: “En mi comida pusieron hiel; para calmar mi sed me dieron vinagre”.[1] Esa  humanidad también

Una pregunta es precisa en este momento: ¿Sed?, mejor así: ¿Por qué tuvo sed el Maestro?   Definitivamente Dios no tiene sed.  Sólo pudo sentirla Cristo si era realmente humano. Toda su vida lo probó, pero él quiso que aun en la hora suprema, no tuviéramos duda alguna. “Dios envió a su Hijo, nacido de una mujer”[2] nos dice Pablo al escribir a los gálatas.  Como hombre nació, creció, fue cuidado por sus padres. Como hombre tuvo sueño cuando se durmió en la barquilla luego de una larga jornada de trabajo. Como hombre, sintió cansancio y debió sentarse junto al pozo de Jacob. Como hombre, en aquel mismo lugar, tuvo sed y pidió de beber a la samaritana. ¡El mismo pedido al principio y al fin del ministerio! Como hombre, tuvo también sentimientos de valor, de prudencia, de auto control. Como hombre, demostró su sentido del deber, de justicia, de lealtad, de tolerancia, de patriotismo. Como hombre, se gozó y se dolió. Como hombre lloró y como hombre tuvo profundo sentido del humor. Como hombre, se indignó, se compadeció, se conmovió, se angustió.

“Tengo sed” es una frase oportuna para que no nos olvidemos  que está cerca de nosotros, porque también tenemos sed.  Él no se desentiende de  cada hijo suyo que hoy tienen hambre o padecen injusticias sociales. El padeció por ellos, él padeció por ti. El libro de Hebreos respalda esta idea cuando dice: “Porque no tenemos un sumo sacerdote incapaz de compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que ha sido tentado en todo de la misma manera que nosotros, aunque sin pecado”.[3] Si crees que nadie te entiende, si piensas que nadie sabe lo que te pasa, si te piensas solo y olvidado por todos los que amas, en este momento siente que él trata de protegerte, en ese viento fresco que golpea tu cara, en ese silencio que te asusta o en cualquier lugar que te encuentres, Cristo se manifiesta y quiere permanecer a tu lado, te entiende, porque ha “sido tentado en todo de la misma manera que nosotros”.

“Tengo sed” expresa también que los seres humanos desean agua que refresque su seca garganta.  Muchas veces la sed del ser humano no es necesariamente física, hay otras necesidades que necesitan ser saciadas. Hay sed de amor, sed de justicia, sed de perdón, sed de reconocimiento, sed de oportunidades,  sed de ser escuchado, y hasta sed de venganza. Si tienes algún tipo de sed, con esa necesidad insatisfecha mira a la cruz, escucha el clamor de Jesús: “tengo sed”, porque en ella te estaba diciendo que padeció lo mismo que nosotros, y que tenía algo para ti: “El que tenga sed, venga; y el que quiera, tome gratuitamente del agua de la vida”.[4] A propósito de esto, White comenta: “El clamor que Cristo dirige al alma sedienta sigue repercutiendo, y llega a nosotros con más fuerza que a aquellos que lo oyeron en el templo en aquel último día de la fiesta. El manantial está abierto para todos. A los cansados y exhaustos se ofrece la refrigerante bebida de la vida eterna. Jesús sigue clamando: ‘Si alguno tiene sed, venga a mí y beba’. ‘Y el que tiene sed, venga: y el que quiere, tome del agua de la vida de balde’. ‘Más el que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed: más el agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que salte para vida eterna’.»[5]

¿Tienes sed?, Jesús también pasó por eso, él te comprende, sabe tus necesidades, conoce lo que pasa cuando termina el trabajo, cuando cierras la puerta de tu oficina, cuando la bulla y la algarabía se acaba,  cuando cierras la puerta de tu habitación, apagas la luz y te quedas solo, ¡sabe cuánta sed tienes!… ¡Corramos a la fuente de agua que calmará nuestra sed para siempre!… ¡Roguemos a Dios para que estos días de feriado, sean para hallar el agua eterna que calme la sed que nos está secando en vida…!

Pr. Joe Saavedra

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[1] Salmos 69:21 NVI

[2] Gálatas 4:4 NVI

[3] Hebreos 4:15 NVI

[4] Apocalipsis 22:17 NVI

[5] Deseado de todas las Gentes, 418

¿CÓMO AMAMOS? (Lunes 02 de abril de 2012)

“Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él? Queridos hijos, no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad” (1 Juan 3:17-18 NVI)

Un joven me preguntó hace algunos días atrás: “¿cómo sé que estoy amando a mi prójimo?, ¿cuál es la prueba de que amo a los seres que me rodean? Una pregunta que podría añadirse es: ¿tengo que sentir algo, o son ellos los que deben sentirlo?

Quizá la prueba del amor, no estriba en el hecho de sentir o no, porque lo que pasa en el interior de la otra persona no lo podemos saber, y quizás en el nuestro la cosa es confusa, y los sentimientos son así, por lo tanto, amemos a todos, aún a los que nos agradan, puesto que el amor es un principio, y si actuamos en base a él, los sentimientos serán reales. Sin embargo, la pregunta sigue firme: ¿cómo podemos saber que amamos al prójimo?, especialmente a las personas que no nos gradan o no le agradamos.

Me topé con una persona que con mucha sinceridad me dijo: “no soporto a esa persona, cada vez que puede trata de humillarme, me dan ganas de empujarlo y hacerlo caer”. ¿Qué hacer?, en ese contexto ¿se podría amar? El apóstol Juan, aborda un punto importante, que pone al amor verdadero sobre la mesa: “…no amemos de palabra ni de labios para afuera, sino con hechos y de verdad”. El amor no está basado en sentimientos románticos o sueños de castillos medievales, el amor se puede tocar, oler o escuchar. El amor real se interesa más en el bienestar de quién es amado que de uno mismo. Con razón el texto de hoy empieza con la mayor prueba del amor: “Si alguien que posee bienes materiales ve que su hermano está pasando necesidad, y no tiene compasión de él, ¿cómo se puede decir que el amor de Dios habita en él?”. Es decir, el amor real que viene de Dios, se complace en satisfacer las necesidades de nuestro prójimo, sea quien sea. En síntesis el amor es dar, entregar, hacer feliz. El mayor ejemplo de lo que venimos diciendo lo tenemos en la acción de Cristo: “Porque tanto amó Dios al mundo, que dio a su Hijo unigénito, para que todo el que cree en él no se pierda, sino que tenga vida eterna”,[1] Jesús amaba de verdad por eso “lo entregó todo”, y dentro de los beneficiados están aquellos que los que atentaron contra su vida.

¿Cómo podemos saber que estamos amando?, esta pregunta también se puede responder con otra: ¿qué estamos haciendo por los que nos rodean, especialmente por los que nos tratan mal?, si nos empeñamos en que sean felices y que toda acción va dirigida en satisfacer sus necesidades, entonces hemos entrado en la dimensión de Cristo, por donde transitan los que entregan todo, aún a los que hacen escarnio.

Mi amigo (a), vivamos demostrando amor, entregando todo, haciendo el bien, aún a los que hacen el mal. Sé que es una tarea difícil, especialmente por los que quizá agarren “nuestro favor” y nos los arrojen a la cara, sin embargo todo es cuestión de tiempo, el amor no falla y hace posible las mayores conversiones, hasta los que pensamos imposibles.

Pr. Joe Saavedra

Desde la línea de batalla  y un poquito antes del retorno de Cristo…

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[1] Juan 3:16 NVI