PUEBLO FELIZ
“¡Cuán hermosas son tus tiendas, Jacob! ¡Qué bello es tu campamento, Israel!” (Números 24:5 NVI)
Cuando Balac, hijo de Zipor era rey de Moab, detalló todo su plan para maldecir al pueblo de Israel y lograr derrotarlo, no se percató de un pequeño “gran detalle”: “el pueblo de Dios es un pueblo bendecido”. Quizás ni el mismo Balán se había dado cuenta hasta ese momento, que no importando las circunstancias, el pueblo de Dios ha sido llamado para disfrutar de bendiciones abundantes. Con razón, tres veces intentó proferir maldiciones contra Israel, y no pudo, más bien de su boca salieron palabras de bendición. La última vez, antes de ser echado del palacio moabita, repitió con seguridad: “¡Cuán hermosas son tus tiendas, Jacob! ¡Qué bello es tu campamento, Israel! Son como arroyos que se ensanchan, como jardines a la orilla del río, como áloes plantados por el SEÑOR, como cedros junto a las aguas. Sus cántaros rebosan de agua; su semilla goza de agua abundante. Su rey es más grande que Agag; su reinado se engrandece. Dios los sacó de Egipto con la fuerza de un toro salvaje. Israel devora a las naciones hostiles y les parte los huesos; ¡las atraviesa con sus flechas! Se agacha como un león, se tiende como una leona: ¿quién se atreverá a molestarlo? ¡Benditos sean los que te bendigan! ¡Malditos sean los que te maldigan!”.[1]
Las palabras de Balán, pueden ser resumidas en cuatro grandes bendiciones que Dios derrama sobre su pueblo: singularidad, prosperidad, salud y protección de Dios. “Bendición”, según el Diccionario Bíblico Adventista, en primer término es: “Ventaja o beneficio, generalmente como los que Dios o Cristo otorgan”. Con razón a lo largo de la Biblia encontramos promesas cómo: “El SEÑOR bendecirá tus graneros, y todo el trabajo de tus manos. El SEÑOR tu Dios te bendecirá en la tierra que te ha dado”,[2] o “haré que ellas y los alrededores de mi colina sean una fuente de bendición. Haré caer lluvias de bendición en el tiempo oportuno”.[3]
Somos un pueblo feliz porque somos muy bendecidos. ¿Te has puesto a pensar en las incontables bendiciones que Dios te ha dado? A veces renegamos o nos sentimos vacíos porque no vemos grandes hazañas en nuestras vidas, y no nos percatamos que a lo largo del día recibimos una bendición tras otra. ¿Te diste cuenta de la bendición de respirar o de caminar?, ¿te percataste que tu corazón no deja de palpitar?, ¿has entrado en cuenta que la sonrisa de un amigo o el abrazo de un padre te motiva a seguir en la lucha?, con estos pocos ejemplos, dime, ¿acaso no eres una persona bendecida?
Mi amigo (a), quizás cada día que pasa es más fácil del que viene, pero disfruta cada bendición que recibas, sea grande o pequeña. Y a pesar de las circunstancias, no dejes de admirar las bendiciones de Dios y exclamar: “¡Cuán hermosas son tus tiendas, Jacob! ¡Qué bello es tu campamento, Israel!”
Pr. Joe Saavedra
Desde la línea de batalla y un poquito antes del retorno de Cristo…
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